UNIVERSIDAD PÚBLICA: EL DERECHO QUE CAMBIÓ EL FUTURO DE ARGENTINA

Por Fernando Gardella: IG: @sabermashistoria

Un recorrido por los hitos que marcaron el acceso universal a la educación superior en el país y cómo este sistema se ha consolidado como un pilar fundamental de progreso y ascenso social.

Desde sus orígenes elitistas en el siglo XVII hasta la masificación que trajo la gratuidad en el gobierno de Perón, la universidad pública en Argentina ha sido escenario de luchas y reformas que cambiaron la historia. Este artículo explora el papel clave de la Reforma Universitaria de 1918, el impacto de las dictaduras militares y los momentos de mayor auge, revelando por qué el acceso a la educación superior sigue siendo un tema central en la sociedad argentina.

La primera universidad en territorio argentino fue la Universidad Nacional de Córdoba, fundada en 1613, cuando el país aún formaba parte del Virreinato del Perú. Esta institución surgió bajo la dirección de la Compañía de Jesús, en una época en la que la educación superior estaba reservada para los sectores más privilegiados de la sociedad, principalmente hijos de la elite española y criolla.

En 1821, se fundó la Universidad de Buenos Aires (UBA), en el contexto de los primeros años de independencia del país, durante la Gobernación de Martín Rodríguez, y en 1890 se creó la Universidad Nacional de La Plata, dentro del proceso político liberal, basado en el modelo agroexportador, vigente desde 1880.

La educación seguía siendo un privilegio de unos pocos, ya que la mayoría de la población no tenía siquiera acceso a la educación primaria. De hecho, no fue hasta la sanción de la Ley 1420 en 1884, que estableció la educación primaria obligatoria, que comenzó a ampliarse la base del sistema educativo, preparando el camino para un aumento progresivo en el acceso a la educación secundaria y superior.

A partir de la década de 1880, empezaron a incorporarse algunas mujeres a la universidad. Sin embargo, eran recibidas con mucho rechazo, tanto por el machismo de los profesores como por el de sus compañeros. Un ejemplo claro es cuando Cecilia Grierson (primera doctora argentina) rindió su primer examen: el médico que la evaluó anotó en el acta: «Conste que le estoy tomando examen a un ser inferior». A pesar de estas circunstancias, las mujeres empezaron a crecer en número, hasta alcanzar un lugar significativo en la década de 1960

El contexto político también jugó un rol crucial en la evolución de la universidad. Con la llegada del radicalismo en 1916, bajo la presidencia de Hipólito Yrigoyen, comenzaron a gestarse cambios importantes en el ámbito universitario. Este era un partido de clase media con aspiraciones sociales, lo que llevó a que más jóvenes quisieran ingresar a la universidad. Pero aún persistían obstáculos, tanto económicos como relacionados con planes de estudios anticuados.

En 1918, todo estalló en Córdoba. La protesta comenzó por algo que, en apariencia, era menor: el cierre de un comedor y un dormitorio universitario. Esto generó un levantamiento estudiantil que culminó con la histórica Reforma Universitaria de 1918, cuyo Manifiesto Liminar es un hito:

«Hombres de una república libre, acabamos de romper la última cadena que en pleno siglo XX nos ataba a la antigua dominación monárquica y monástica. Hemos resuelto llamar a todas las cosas por el nombre que tienen. Desde hoy, contamos para el país una vergüenza menos y una libertad más…»

Este manifiesto, redactado principalmente por Deodoro Roca y con la participación de Manuel Ugarte, refleja el espíritu revolucionario de la época, influenciado también por el contexto mundial, como la Revolución Mexicana y la Revolución Rusa de 1917.

La Reforma Universitaria impulsada por el radicalismo trajo consigo cambios fundamentales, como el cogobierno (la participación de estudiantes, graduados y docentes en la gestión de la universidad), la libertad de cátedra y la autonomía universitaria, estableciendo que, ni la policía ni el gobierno podrían intervenir en las universidades.

Sin embargo, en 1930, el golpe de Estado liderado por el general Uriburu suspendió la Reforma Universitaria, devolviendo a las universidades a un estado conservador. A pesar de esto, la lucha estudiantil continuó. Durante el gobierno de Perón, en 1948, se implementó la gratuidad de los estudios universitarios, lo que marcó un hito en la historia de la educación superior en Argentina. En la década del 60, bajo el gobierno del Dr. Arturo Illia, la universidad pública argentina alcanzó uno de sus puntos más altos en términos de desarrollo y recursos. El presupuesto universitario se duplicó, lo que permitió grandes avances en infraestructura, investigación y desarrollo tecnológico. En esos años, se creó el primer canal de televisión universitario de América Latina y se c construyó «Clementina», la primera computadora científica en una universidad latinoamericana.

La universidad argentina se posicionó como un referente a nivel internacional, con intercambios académicos y proyectos en colaboración con universidades de Estados Unidos y Europa. La matrícula universitaria creció exponencialmente, y el sistema público comenzó a consolidarse como uno de los pilares de la educación en el país.

En 1966, con el golpe de Estado del general Onganía, este progreso se vio bruscamente interrumpido. La intervención armada en las universidades, conocida como «La noche de los bastones largos», fue un episodio oscuro, donde la represión golpeó a docentes, estudiantes y graduados.

El impacto de esta represión fue devastador: más de 700 científicos y profesores emigraron al exterior, muchos de ellos a prestigiosas instituciones como la NASA y universidades estadounidenses y europeas. Entre ellos, el futuro Premio Nobel César Milstein. Este éxodo significó una gran pérdida para el país, que quedó privado de muchos de sus mejores talentos científicos.

Argentina ha sido cuna de cinco Premios Nobel, todos ellos egresados de la universidad pública: Bernardo Houssay, Saavedra Lamas, Luis Federico Leloir, César Milstein y Adolfo Pérez Esquivel.

El golpe cívico-militar de 1976, que instauró la dictadura más sangrienta en la historia de Argentina, también tuvo un impacto devastador sobre la universidad pública. Estudiantes, docentes y graduados fueron perseguidos, desaparecidos y asesinados. La universidad se convirtió en un objetivo del régimen, que veía en ella un foco de pensamiento crítico y resistencia. Muchos libros fueron censurados, y se cerraron carreras enteras como: sociología, antropología, cine, periodismo, etc.

Según el CONADEP el 21% de los desaparecidos fueron estudiantes y el 6% docentes, además se estableció la potestad del presidente para la designación de rectores y decanos y el presupuesto universitario fue reducido en un 45%.

El gobierno de Raúl Alfonsín hizo énfasis en promover la reapertura de las carreras que habían cerrado durante la dictadura. implementó el Ciclo Básico Común (CBC), una iniciativa que reemplazó los exámenes de ingreso y permitió que millones de estudiantes se inscribieran en las universidades públicas de todo el país. Este período marcó un renacimiento de la educación pública. Además, la apertura política que promovió dio lugar a la creación de nuevas carreras, como por ejemplo ciencias políticas o ciencias de la comunicación.

Sin embargo, las políticas neoliberales de los años 90, bajo la presidencia de Carlos Menem, generaron crisis y luchas por mantener la educación pública gratuita.

Hoy en día, está en discusión el presupuesto universitario y las auditorias sobre el dinero que envía el Estado Nacional para su sustento, desarrollo, mantenimiento, de las universidades, pero también se pretende arancelarla y su desfinanciamiento.

Como vimos anteriormente a lo largo de la historia, la Universidad Pública fue muy importante, como factor de ascenso social, lugar donde se formaron grandes intelectuales y Premio Nobel, pero también, fue un objetivo muy atractivo para los gobiernos autoritarios y antidemocráticos que buscaban callar las voces opositoras e imponer su propia ideología por medio del aparato represor del Estado.

Más allá de todo eso, la universidad pública sigue en pie siendo un lugar de gran prestigio como Casa de Estudio a nivel mundial.

Actualmente, Argentina cuenta con más de 50 universidades públicas distribuidas en todo el país, accesibles de manera gratuita para todos los ciudadanos. Este sistema es uno de los grandes orgullos del país y es un ejemplo en todo el mundo. Muy pocos países cuentan con un sistema universitario tan inclusivo y de calidad como el que tiene Argentina. Es fundamental que lo defendamos y sigamos luchando para que continúe siendo un derecho accesible para todos y revalorizar el sistema educativo público como pilar fundamental para el progreso de nuestra nación.

Por Fernando Gardella;

Prof. En Historia, Egresado del ISPE,

Creador y Administrador de IG: @sabermashistoria

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